Algo de mi obra:

" Apenas me sequé los ojos, que escucho el grito de una persona. Era la compañera de al lado; el perro se le sentó al lado, ella gritó y la tuvieron que sacar. Yo estaba muy nerviosa. Luego nos pusieron en fila y nos condujeron a otro cuarto -más pequeño que el anterior- donde apenas caben dos personas. Ahí estaba una policía, que nos mandó a quitar los zapatos y las medias, nos hizo bajar los pantalones y nos obligó a desabrochar el brasier; prácticamente nos manosean, después de que los felinos hicieran lo mismo con cada una de nosotras. Me sentía sucia, despreciable, asquerosamente mal, quería vomitar, me dio mucha sed, quería bañarme. No entendía nada. ¿Qué estaba haciendo yo allí? En aquella memorable cita con el infierno, aquellas palmaditas en la cabeza y un poco reconfortada, sentía que alguien me susurraba en el oído y me decía: “Tranquila, yo estoy contigo”. No sabía si eran alucinaciones mías o si realmente alguien estaba ahí sorteando mi suerte.

Después de pasar por ese remolino de arbitrariedades, nos obligaron a hacer otra fila y nos mandaron a coger los cuencos de comida que llevamos y que están en la larga mesa frente a la puerta de entrada de aquel suplicio. No me creerán ustedes, de lo aturdida que estaba ya no recordaba de qué color era la bolsa donde estaba el perolito donde le llevaba el almuerzo a Damián, hasta que una señora que iba detrás de mí me dijo:
—Acuérdese que su perolito es de color amarillo y está junto al mío que es de color verde.
—Gracias, señora. No recordaba. Muy amable.

"

Cárcel VS Libertad, Martha Hilda Velandia González